Poeta invitado: Ernesto R. del Valle

AUTORETRATO
(Del libro "Alabanzas y alucinaciones")


Soy terco -bien lo sé-
pero me rindo ante el perfume
o la fiebre de la noche.

Soy terriblemente insufrible
pero no marchito claveles
en los ataúdes de mis pesadillas.

Soy esto que deja sus excrecencias
a lo largo del día, en todos los caminos,
pero mi flor no es fósil
ni orino a las mariposas por la espalda.

Cuando me visto de soledad

Soy otra mujer cuando me visto de soledad
y me pongo los tacones mudos
Cuando tomo en manos la llave
y me encierro en la poesía
la que calma mi miedo
la loca, escandalosa, egocéntrica
poesía de los corazones
Cuando camino por las calles
fantasmagóricas
yo, oda fantasmal
como una maniática más
invisible de la noche
que habla de metáforas con nadie
y me hago llamar antipoesía ligera
con el perdón de Nicanor
Soy otra mujer
sola, libre, en verso
cuando me pongo el traje del cajón poético

Razón para amar

Hay días en que estoy muerta
y una insignificante necesidad de amar
me resucita
Entonces soy solo espíritu
vagando por la añoranza
Entonces añoro
Y añoro
Y vuelvo a morir

Hay días en que la necesidad de amar
es más fuerte que yo
por eso aún estoy viva

Verso menor III

Mi niña se siente libre.

Mi niña quiere jugar a morirse
y se despeina en mis cabellos
se enfada desde mi estómago.
Mi niña prueba a envenenarse
desde adentro
y grita,
¡es un manicomio!
grita.

Mi niña no sabe,
¡Ay!, no sabe;
que no hay espacio para ella
aquí afuera,
en el púlpito agrietado que me sostiene.

En mi interior

Hay un funeral en mi estómago.
Alguien da pico y pala.
Algo me arrolla muy dentro.
Y aunque no puedo ver sé
que vomita sangre en cada tajo
mi hígado,
de miedo ebrio.

Hay un muerto en mi interior.
Siento la peste.
Presiento los gusanos,
felices por fin del alimento.
Hay un crematorio
ubicado en mi vientre de azucena.
¡Ay mi vientre de azucena!


Hay otra mujer
putrefacta por los nervios
dentro de mi ser.
Hay un hilo invisible
que amarra mi fuerza
que ahorca mi voz.

¡Ay de mí!

En mi interior se está acabando
el mundo
y yo no puedo gritar.

Del poemario "Amor furtivo"

“VÍ CAER UN CORAZÓN”

¡Vi caer un corazón,
lo vi caer al vacío!
Llorando sangre de amor,
se desgarraba las venas
con rabia, llanto y rencor.
Y en el fondo desmayarse
de angustia, tedio y hastío.

¡También lo vi levantarse
y salir de aquel vacío!
Con ansia buscar el pecho
de donde se había caído,
y refugiarse allí dentro
olvidando para siempre
que antes lo habían herido.

¡Yo lo vi!
¡Yo soy testigo!

Porque;
el que rodó por el suelo…
Fue el propio corazón mío.


“EL CORAZÓN ENTRE TUS MANOS”

He dicho que te amo… y te amo:
con todo mi amor en primavera.
He dicho que te amo… y te amo:
te amo al calor de mi verano,
poniendo el corazón entre tus manos,
de qué forma es que tú quieres que te quiera.

No he logrado con eso que me quieras;
te he amado en otoño y en invierno,
mi vida ya no es vida es un infierno,
y mi corazón: ya lo he puesto entre tus manos
para que hagas con él; lo que tú quieras.

Te he dicho que te amo… y soy un necio;
te como con los ojos y no lo entiendes,
me pongo de rodillas y no comprendes,
que dejo el corazón entre tus manos,
qué debo hacer, amor cual es el precio.

Ya no sé cómo decirte que te amo,
he agotado amor todas las formas,
y mi vida sin tu amor no se conforma,
hoy me arranco el corazón y lo pongo
entre tus manos;
déjalo desangrar de amor,
ya no hay más formas,
de decirte mi vida que te amo.


“¡AY AMOR!”

¡Ay amor, cuando me miras!
Me transportas y me regresas,
¡Ay amor, cuando me besas!
Me respiras y me exhalas,
me haces volar con tus alas
de amor dulzura y terneza.

¡Ay amor cuando me abrazas!
Me liberas y me apresas,
¡Si es; cuándo té desnudas!
Me absorbes y me transpiras,
y haces que arda en tu pira
ventral de naturaleza.

¡Ay amor, si me acaricias!
Tú me disuelves y me escurres:
y en el crisol de tu vientre
me derrites y me fundes,
como si fuera esa fuente
de magma y lava ardiente.

¡Ay amor! ¡Ay mar de fuego!
Que devoras y calcinas,
eres mi dicha y mi suerte
eres luz que me ilumina,
eres el fuego en mi vida
y si te extinguieras mi muerte.


Pedro Manuel Calzadilla es mi padre, quien falleció el día 21 de Febrero del 2008. Un gran poeta y el mejor padre del mundo. A él dedico este espacio, para tenerlo más cerca de mi corazón y de todos ustedes.

Revivir

En estos días muero renazco
vuelvo a morir nace el sol
muere la lluvia en mi ventana
y le alargo una mano para acompañarla
a su entierro en el aire
Por lo menos alguien me llora
Por lo menos alguien me moja

En estos días la esperanza se viste
Yo me desvisto
Me espanto al mirarme al espejo
y verme en harapos
El espejo ve más allá
él refleja lo que soy
la niña extrovertida
la mujer Displicente
que se sujeta a las manecillas
del reloj detenido
se pone a bailar un vals
y luego sofocada se posa
bajo el agua muerta

En estos días estoy loca
quiero romper el espejo
entregarme sólida a la lluvia
cambiarle el traje a la esperanza
alucinarme de lo bello
calentarme con el sol
o que él me caliente penetrándome
Un rayito por la ventana
Revivir
Sin muerte premeditada
Revivir
En estos días quiero
Cambiar la versión de mi vida.

De brazos

De brazos,
me imagino,
con la piel tambaleante,
a tu lado.
De brazos,
los dos,
discutiendo con los años
con el clima y los huesos.
Leche y canela
de brazos.
Esperando sonrientes
a la enemiga muerte,
los dos.
Lanzando al aire
la moneda que dictará.
¡Tú te quedas!,
¡Tú te vas!.
Lloras,
yo lloro
y juntos avanzamos
como dos tortugas,
de brazos.

"Despedida"

Del libro Estar Muerto
Autor: Pedro M. Calzadilla Guevara

Recuerdo hoy todavía nuestra despedida.
Sabiendo que nos amamos nos dejamos
deshaciendo para siempre
el amor de nuestras vidas.

De pronto un soplo de viento golpea
muy fuerte, en tu rostro, secando
aquellas lágrimas, donde se fue para siempre
el que hubo en nosotros.

Hoy el hastío delirante en mi mente
desentierra tu imagen y desvanece
las brumas que ayer ahogaron mis lamentos
y liberaron mi agonía.

Con frenesí miro el horizonte
y solo veo en el ocaso, que poco a poco
todo de mí te aleja
nada hacía mí te acerca
ni poco a poco ni paso a paso.

A un fantasma

Alguien habló de fantasmas
esta noche, y mis oídos,
escucharon cualquier ruido;
La pared que lloraba.
Un silbido desgarrador
del hijo de la noche.
Un grillo violento.
Los muebles de la casa
farfullando y uno pasos,
ajenos, fríos, estridentes…
No eran tuyos.
Yo los tuyos los conozco
desde el alma.
No eras tú
…y enseguida me dormí.