Esta noche,
como todas las noches;
escurrió de mis manos el cuchillo y yo,
más viva que muerta no fui al cuarto.
Por alguna razón que desconozco
di con la puerta de la luz y fíjense
que estoy ciega de sangre,
mis mejillas mas blancas que nunca
y no estoy muerta.
Lo sé porque siento aun en mis músculos
el peso de la noche.
Todavía mi otro yo se pasea por la casa
pero resulta que algo ha cambiado,
parece que el día me ha adoptado
y heme aquí, como una magdalena;
contemplando el paraíso.